Editorial
El 20 de noviembre se cumplen sesenta y cinco años de la Declaración de los Derechos del Niño que Naciones Unidas auspició para promover el derecho a la salud, a la educación y a la protección de la infancia. Nuestra asociación, alineada con estos principios, escogió esta fecha para celebrar los Premios En Familia, un reconocimiento a esas personas y organizaciones que rebasan sus competencias personales y profesionales en favor de la infancia, especialmente con el acogimiento familiar y la adopción. Este año celebraremos la gala el 23 de noviembre en Adra.
Nuestra asociación quiere ir más allá de esos principios, pues muchos de esos niños y niñas gozan de salud, de educación y de protección, pero no crecen bajo el calor de un hogar. El acogimiento familiar es una institución maravillosa, pues supone el mejor camino que un niño puede tener cuando procede de una familia o entorno desestructurado. Afortunadamente, vivimos en un país desarrollado y democrático. Pero eso no nos libra de desequilibrios sociales, de desórdenes familiares que, cada año, llevan a que miles de niños, niñas y adolescentes sean excluidos de sus familias. Y ellos no eligen esas circunstancias; No tienen la capacidad ni la decisión de dónde nacer, de dónde crecer ni de con quién estar.
Como sociedad, hemos de ser corresponsables y evitar que estos desequilibrios produzcan heridas más profundas. El apego y salud mental que un menor desarrolla en un entorno familiar es muy distinto del que consigue en entornos institucionalizados. Esta circunstancia hace más necesario que haya más familias de acogida.
Las familias de acogida hemos convertido algo extraordinario en algo cotidiano. Esa solidaridad, ese amor, ese compromiso, esa fuerza emocional y, sobre todo, esa incondicionalidad demuestra que SÍ, que SÍ se puede acoger. Y que, pese a todo, nuestros niños de acogida pueden tener una infancia feliz. Como presidenta de la asociación, me siento muy orgullosa de esta labor, de ese ejemplo y de esa constancia que los hogares acogedores dais. Sois magníficas por esos valores que desprendéis y que transmitís. Por el calor de vuestro hogar. Y por tener siempre disponible un pequeño rincón de vuestra casa para acoger a una nueva sonrisa.
Nuestra comunidad necesita constantemente familias de acogida, y en particular nuestra provincia. Debemos romper esa barrera que impide que personas que desprenden solidaridad sepan dar el paso y decidir acoger, que pierdan el miedo a esa despedida que se produce cuando acaba el proceso del acogimiento. Son los niños y las niñas, o mejor dicho sus circunstancias, las que nos reclaman un hueco temporal en nuestro hogar; unos brazos que los acurruquen un tiempo y llenen su vacío. Debemos ser conscientes de que las familias de acogida somos personas que formamos parte de su vida, pero realmente somos un puente entre una situación hostil y otra que teóricamente resuelve su situación de forma permanente.


